(Foto: Luis Fernando Andrade, presidente de la ANI - Crédito foto: USDTA)

El siguiente es un artículo publicado en un especial dedicado a conmemorar los 60 años de fundación del diario La República.

Por: Luis Fernando Andrade.*

En la Agencia Nacional de Infraestructura – ANI, el futuro es nuestra materia prima. De hecho, con las concesiones de carreteras de Cuarta Generación, la recuperación de las vías férreas, y los grandes proyectos portuarios y aeroportuarios, estamos haciendo una apuesta para los próximos 25 años, con el objetivo de construir la infraestructura que catalizará el desarrollo económico del país.

Imaginar a Colombia en 60 años es un ejercicio de optimismo, parodiando un poco a Buzz Ligthyear, el personaje de la película Toy Story, “en el futuro y más allá”. Una gimnasia mental de compromiso con nuestros hijos,  nietos y biznietos en la construcción de un país prospero y equitativo, que moviliza a una población que ha superado los 60 millones de habitantes.

Tres características tendrá el transporte de entonces. La primera será  la gran variedad de vehículos en tierra, rieles, aire y agua. Hoy que reconocemos cada vez más los espacios inteligentes, como edificios y oficinas, estamos sembrando la segunda característica del transporte del futuro: la inteligencia en los vehículos y en la infraestructura. Pero claro, las dos anteriores condiciones sólo se pueden cumplir con una tercera, que consiste en que la alimentación o propulsión de esos móviles sólo sea posible con una energía limpia, porque es muy probable que para entonces el transporte haya abandonado su pecado de ser el gran contaminador del planeta.

¿Cómo será la movilidad de un habitante de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, y las ciudades que se hayan levantado en el potenciado oriente nacional que es la mitad del territorio y en otros lugares clave de nuestro amplio espacio terreno por conquistar?

En este sentido, hay que precisar que la demanda por movilidad física podrá estar limitada positivamente por situaciones como el teletrabajo y el manejo de reuniones externas a través de las redes de telecomunicaciones que facilitaran experiencias de realidad virtual.

En todo caso, y para quien deba movilizarse a través de un transporte físico, este será a través de una infraestructura inteligente e interconectada, respetuosa del medio ambiente, en el que se ha insertado generosamente para acoger la demanda. La realidad del carro eléctrico se asentará en un ambiente salvado de la degradación. La velocidad y distancia entre vehículos, los cruces de carriles y las rutas de viajes serán controladas y optimizadas por los sistemas de las autopistas inteligentes.

Para entonces, también, habremos vencido las montañas. El viaje entre ciudades, no solamente nacionales sino a países vecinos, se hará en trenes de velocidad cercana a la de nuestros aviones de hoy, que se desplazarán como ráfagas por túneles imponentes y viaductos extensos, que atraviesan las cordilleras y reducen el tiempo de viaje a una cómoda noción de instantaneidad.

Para el 2075, ya la aviación habrá surcado por encima de la atmósfera. Enormes aparatos volantes minimizarán los tiempos de viaje intercontinental y pequeñas aeronaves abastecerán veloces los trayectos domésticos. Será corriente el uso de nuevas nociones de helicópteros – taxi y vehículos voladores personales.

Colombia se habrá sumado al ingente comercio universal en los mares, que con puertos modernos en los dos océanos recibirá a los buques colosales de entonces, mediante sistemas robotizados de cargue y descargue. Lo anterior se complementará con el rescate de nuestros ríos principales, por los que se movilizará en forma eficiente el transporte de carga y de pasajeros

La esgrima de dibujar el futuro sólo tiene un límite: la imaginación. El puente entre la realidad y el deseo está levantado, eso sí, en una infraestructura en que la fe, el trabajo y nuevas nociones del valor de lo público derrotan desde hoy a una facilista postura apocalíptica.

*Presidente Agencia Nacional de Infraestructura.